Las principales causas de la pérdida de dientes
La ausencia de diente
El maxilar se constituye de 2 tipos de hueso: el “soporte” muy estable y llamado hueso basal y la cresta ósea que rodea y sostiene los dientes llamada hueso alveolar. Este hueso alveolar tiende a desaparecer con los dientes. Cuando se extraen los dientes, el hueso se reabsorbe tanto en altura como en grosor por falta de estimulación.
Por ello, es importante actuar rápidamente tras la extracción para sustituir los dientes ausentes por implantes. El hueso recobra una función, un estímulo y por consiguiente se estabiliza. En el paciente edéntulo, llevar prótesis completa comprime el hueso alveolar y tiende a aumentar la reabsorción.
Las extracciones dentales traumáticas
Cuando se extrae un diente conviene respetar el hueso que lo rodea. En efecto, las paredes óseas son finas y frágiles, y si un trozo de hueso se fractura, la cresta ósea quedará mutilada y la colocación del implante se verá comprometida.
Las fracturas dentales de diagnóstico tardío
Los dientes desvitalizados son frágiles y pierden su elasticidad. En presencia de un traumatismo oclusal accidental (ej: un hueso de cereza) o de un bruxismo (pacientes que aprietan los dientes durante la noche), estos dientes pueden fisurarse o fracturarse. Si no se realiza el diagnóstico rápidamente, se corre el riesgo de que las bacterias se infiltren rápidamente contaminando el hueso y destruyendo las placas óseas.
La enfermedad periodontal
La infección bacteriana debida a la enfermedad periodontal provoca una lisis ósea alrededor de los dientes contaminados que se van moviendo progresivamente. La consecuencia a largo plazo es la pérdida de los dientes afectados junto con una lisis importante del volumen óseo (tanto en el plano horizontal como vertical).